

"Retratos con propósito: una conexión, una historia, una emoción."
¿Dónde encuentro la belleza?
La belleza no es una cuestión de apariencia, sino de presencia.
Muchas veces, cuando alguien llega a una sesión, me dice:
“No soy fotogénico,”
“Tengo muchas inseguridades,” o
“No sé posar.”
Y yo sonrío, porque sé que en unos minutos descubrirán algo nuevo sobre sí mismos.
Para mí, la belleza no tiene un estándar fijo. No se trata de rostros perfectos, sino de gestos, miradas y emociones.
Encuentro belleza en:
Las miradas que cuentan historias.
Los gestos espontáneos, como el movimiento inconsciente de un cabello o una risa inesperada.
La luz única que envuelve a cada persona.
Mi inspiración proviene de la naturaleza, la luz y, sobre todo, de las emociones genuinas.
Cada persona que se pone frente a mi cámara tiene algo que contar, y mi misión es reflejarlo en imágenes.

Conectar antes de fotografiar
Un retrato poderoso nace de la conexión entre el fotógrafo y la persona retratada. Antes de disparar, me tomo el tiempo para mirar, escuchar y observar.
¿Cómo logro que alguien se olvide de la cámara?
Empiezo conversando.
Pregunto cosas simples: “¿Cómo te sientes hoy?” “¿Qué te hace feliz?”
Observo más allá de la superficie.
Me fijo en cómo mueve las manos, cómo cambia su expresión cuando habla de algo que ama.
Guío sin imponer.
En lugar de pedir poses, sugiero algo como “Imagina que estás en tu lugar favorito” y dejo que el cuerpo fluya.

LA MAGIA ESTÁ EN LOS DETALLES
Los pequeños gestos hacen los retratos más grandes: un mechón de pelo movido por el viento, un parpadeo a media sonrisa, una lágrima contenida. Las mejores fotos no siempre son las planeadas. A veces, hay que estar ahí, en el momento justo, con la sensibilidad suficiente para verlo.

El primer sentimiento:
la inseguridad
Casi todas las personas llegan con inseguridades. Mi trabajo es romper esa barrera, no con palabras vacías, sino con conexión.
¿Cómo transformo la inseguridad en confianza?
No empiezo disparando, empiezo conversando.
Hago preguntas que les saquen de la idea de “cómo deberían verse”: “¿Qué es lo que más te gusta de ti?”
Les recuerdo que no están aquí para verse perfectos, sino para verse reales.

Llega un instante en el que la persona deja de pensar en cómo se ve y empieza a sentirse presente.
Ese es el momento mágico.
¿Cómo lo logro?
No les pido que posen.
Les doy algo que hacer: caminar, respirar hondo, pensar en alguien que aman, camina despacio y siente el suelo bajo tus pies.
No corrijo demasiado al principio. Dejo que se suelte poco a poco.
Dejo que los silencios existan, sin llenar cada segundo con instrucciones.
A veces, dejo la cámara y espero, para que se acostumbren a mi presencia antes de hacer clic.

Cuando surge una emoción profunda
A veces, algo se desbloquea durante la sesión.
Es un recuerdo o una sensación inesperada de verse a sí mismos con otros ojos.
¿Cómo sostengo ese momento?
Si alguien se emociona, no corto el momento. Le doy espacio para sentir.
No fuerzo la foto. Respiro con ellos y dejo que la emoción se asiente.
Si es necesario, bajo la cámara y pregunto: “¿Cómo te sientes?”
Dirigir sin forzar
No busco poses artificiales, sino movimientos naturales.
Si no sabe qué hacer con las manos, le doy algo que sujetar o le pido que haga un gesto natural.Si la persona está rígida, la hago moverse: “Camina hacia mí, gira la cabeza lentamente, juega con tu chaqueta.”
Si quiero una mirada profunda, en lugar de pedir que mire a la cámara, le digo: “Imagina que ves a alguien que amas.”

El instante mágico
Llega un momento donde la persona deja de “posar” y simplemente es. Ese es el momento que busco. A veces es un suspiro, una mirada, una pausa entre movimientos. En esos segundos, la verdadera esencia aparece.